sábado, 21 de mayo de 2011

Puntos suspensivos....


¡Qué impacto!..Está tan callada que no lo soporto. Se pasan las horas, todos lo ven, todos lo sienten, pero yo, yo no lo siento, el tiempo se congeló y aquí sigo estupefacto, esperando de ella cualquier movimiento de aliento o algún comentario que calle el silencio. Pero no, todo sigue igual, y yo sigo aquí y  todos los demás, viendo como pasa la vida por delante. 

¿Qué más puedo hacer?, ¿Quién me quita este dolor? Sueños teñidos de púrpura guardados en un cajón. Ese joven que aquel día jugó, que con sus canciones inspiró, hoy ya no juega más, alguien su vida arrebató, sus alegrías esta noche son amargas melodías que salen de ese piano que no volverá a ser acariciado. Él estará bien, no te preocupes, pero, ¿y ella? Que no quedará de nuevo satisfecha con el arte que expresaba en cada piel, que lo tomaba como un lienzo o un papel, su mente grita pero su boca sin movilidad alguna calla. En ese letargo inmenso del silencio, de la nada. Pero.. ¿y yo? Ese frío que congela cada parte de mi cuerpo, ese miedo que se siente cuando ya no sientes nada, en esta larga espera, todos lloran, pero yo, yo no siento nada.

Y ¿Quién era ese que fue capaz de perturbar ese instante en el cual mis ojos la detallaban y mis manos la esculpían? ¿Quién le autorizó? ¿Acaso no hay nada en su pecho? ¿Es ahí hasta donde puede llegar la locura de un ser sin capacidad de amar o sentir? Tal vez sintió envidia de ese, quizás, amor que emitían mis ojos, pero no lo culpo, yo haría lo mismo.

Esos poemas escritos en tu nombre, tantos pensamientos, unas cuantas cartas remitidas hacía ti, esta noche quedarán debajo de la almohada donde solía soñar escuchando tu voz. Sin destino, sin lector. 

Lágrimas caen sobre este espejo como gotas de lluvia caen sobre la ventana, es mi madre quien escucho, no entiendo muy bien, dice algo así como -¿Por qué te lo llevaste? ¿Por qué, Por qué, Por qué?- . No entiendo nada. Ahí van, ¡son mis amigos! tengo que seguirlos pero a ella no la quiero dejar. Poco a poco el camino se vuelve más frío, las voces no se escuchan y mi madre ya no está. Una mano se apoya sobre mi hombro, es él, el pianista, mi  intachable rival, ese que se robo cada mirada, cada sonrisa, cada gesto, de ella, solo de ella. Lo miro sin pronunciar una sola palabra, él agacha su mirada y de su boca sale esa frase que siempre quise escuchar -No era a mí a quien dibujaba, era tu rostro el que la inspiraba-.

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